Sentarse
a volver a escribir es complicado, demasiadas ideas desordenadas que
raramente encuentran la frase para poder expresar lo que siento u
opino. Un caos mental que finalmente me lleva a desistir de retomar
la actividad que en su día empece. Escribir para mi y aquellos a los
que les diera la gana gastar parte de su tiempo en leer mis
enrevesados pensamientos, que extrañamente consiguen aportar algo
más que letras unidas, formando palabras alborotadas en un texto
carente de significado para la gran mayoría.
Pero así
soy yo, me duermo pensando y despierto con nuevos pensamientos. Las
malas noticias que vemos a diario solo consiguen enardecer mi sistema
neuronal y mientras mi cerebro no para ni un solo instante, olvido
continuamente cual fue mi anterior vislumbramiento; ese que lo
solucionaba todo, como si hubiera resuelto la ecuación del
movimiento perpetuo.
De nuevo
una vez más otro titular me devuelve a la realidad más absoluta, la
de los 5 millones de parados, la de una sanidad moribunda que amenaza
con dar su último aliento, la de un sistema judicial que cobra al
indefenso y absuelve por linaje y dinero, la realidad que disfruta
con una educación lastrada y sin rumbo fijo; así podría seguir
horas, enumerando cada uno de los derechos que nos han cercenado con
su fusta, la misma que llevaban los terratenientes a principio de
siglo, la misma que nos devuelve de nuevo a aquella época.
Nos hemos
convertido en la sociedad de dar las gracias, ¿gracias por qué?.
Porque según cuentan los que manejan la fusta, podrías estar peor;
es solo gracias a ellos que aún te mantienes flotando en el fango,
les divierte verte sufrir mientras ellos gozan de riquezas,
opulencias y demás exuberancias. Y por supuesto no intentes
levantarte, solo conseguirás que te marquen la cara con su bota
entretanto aprietan su pierna contra tu rostro para hundirte más
adentro.
Y es
repasando estas líneas cuando deduzco el por qué deje de escribir.
Se me enturbia la razón y vuelve a mi ser la cólera. Pero deben ser
cosas mías, no creo que cincuenta millones de españoles tengan esta
desazón en el interior, no puede ser que de tener este sentimiento
aún no hayan ardido los cimientos de nuestra nación; la que nos
protege, la que nos cuida, la que nos educa, la que sufre con cada
caso de desahucio, con cada familia rota, con cada lágrima
derramada.
Por mi
parte, les seguiré dando las gracias; gracias por despertarme, por
hacerme ver que “nuestra” se convierte en “su” a golpe de
fusta, por darme una excusa para poder morder su bota si se arrima a
mí rostro, por desenmascarar esta sociedad podrida, llena de engaños
y mentiras. Gracias en definitiva por alentarme a defenderme de mi
propia nación, de “su” nación; la que yo considero mía, no
ataca, no muerde, no lastima, tan solo me ayuda.
Saludos sensatos.
Saludos sensatos.
0 comentarios:
Publicar un comentario